miércoles, 15 de abril de 2009

Capítulo 38. El trono


Llegar al trono le fue difícil.
Tenía claro que Europa se hundía víctima del agnosticismo y el neopaganismo. Utilizó los llamados novendiales como una campaña política que dejó entrever su gran sapiencia teológica.
Pensador en latín y defensor del dogma. Esa hubiera sido el slogan elegido.
Atrás, en los recuerdos casi inmemoriales, quedaría el Concilio Vaticano II.
Nuevo espíritu.
Viejo pensamiento.
Nuevo Papa.
Vieja práctica.
En un proceso lento y de soledad hacia su muerte, él que eligió el nombre de la orden de las riquezas, ve cómo el mundo se encuentra siglos por delante suya. No comprende como dentro de su propia Iglesia se levantan voces contra su Magisterio.
No se da cuenta que lo que la humanidad necesita no es un Benedicto, sino un Francisco, un Juan o un Bernardo. Hombres que se enfrentaron contra el poder del trono, con la fuerza del pesebre.

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