sábado, 31 de marzo de 2012

Capítulo 159. Quizás.

Dicen que el Domingo de Ramos es un día alegre. 
Sin embargo, este año me vestiré de blanco luto. 
Quizás, las lágrimas pueden resultarme útil. 
Quizás, cuando vuelva a verte me podrás consolar.
Quizás, mañana lloré contigo y Tú conmigo. 
Quizás...
Sólo quizás, la vuelva a ver como cada año pidiéndome sus caramelos.
Pero este año aunque te busqué no podré encontrarte, ni el Parque ni en las calles.
Quizás, este año cuando miré al cielo te veré allí sentada en un palco de honor y me pidas tus caramelos.
Y, ¿cómo voy a negarme?

Dicen que el Domingo de Ramos es un día alegre.
Y lo es. Porque esta año como todos te haré llegar tus caramelos.

Para mi sobrina Marta.

sábado, 18 de febrero de 2012

Capítulo 158. Mañana.

Mañana me levantaré en una tierra sin nombre.
El dolor y la muerte habrán pasado.
Pero será mañana.

Un día en el que el hombre será Hombre,
en el que la paz será Paz.
Pero será mañana.

Las nubes nocturnas siempre dejan paso a la Luz.
Mañana el miedo morirá, al igual que la ira.
Pero será mañana.

Y mientras la espero, le digo al hoy que me deje vivir el mañana.
Algún día será,
pero será mañana.

martes, 14 de febrero de 2012

Capítulo 157. D'Artagnan.



They were sad to leave, but they had no choice. D'Artagnan was their pet since Peter took his First Communion. The dog was a little animal, very smooth and it never used to bark. Peter and D'Artagnan were a perfect couple. Every weekend his family used to go to Mayflower. This was a country house with more than 60 rooms.

Peter's father was a Lord, the Earl of Lancaster, and always said: "A gentleman needs a dog; and a dog needs a master. Peter, never forget this"

Three years later, Peter had a terrible accident. He fell off his horse, Montalban-a spanish horse-, and broke his spine. The death appeared in the Lancaster House. The hier died at only fourteen years old.

Peter's mother, Anne, blamed D'Artagnan for the death of her son, and she wanted to kill the pet. Charles Lancaster told with his wife off for this petition because he felt that D'Artagnan was a part of his son. And this was true because when Peter was buried, the pet never returned to Mayflower. D'Artagnan was over the tomb of his master. It never left this place. The place where its master and best friend was.

domingo, 22 de enero de 2012

Capítulo 155. Bailar sobre mi tumba.


Hoy me he visto bailando sobre mi tumba. 
Acompasado. 
En un ritmo de tres por cuatro sobre el frío mármol. 
Con zapatos de charol y levita color botella.

Tacón de medio pelo, sombrero deshilachado.
Hoy me visto bailando con un ritmo de tres por cuatro.
Sobre letras doradas y flores un poco ajadas.
Con patalón pitillo y caireles por montera.

Huesos quebrados, carne corrupta
y, sin embargo, yo seguía bailando con un ritmo de tres por cuatro.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Capítulo 154. El peor momento.

Creo que es una herida que no cierra nunca o nunca va a cerrar. Hoy lo he vuelto a revivir, he vuelto a ver la cara de mi madre. La misma que nos felicita las Navidades hablando de Miki y Nadal. En esa ocasión no había sonrisas, solo fortaleza. Ella es una roca que aguanta las embestidas de la vida, pero yo no estaba preparado para esas tres frases:
-Tiene cáncer. Le han descubierto tumores en la cabeza y se ha extendido por todo el cuerpo. Tu tía se muere.

Esas palabras hicieron que mi mundo donde la realidad era como un musical, desapareciese y en su lugar un vacío, un vacío tan grande que a día de hoy sigue.

Vacío en el que no tarda en aparecer un ¿por qué?, un  ¿por qué ella?

Recuerdo sombras de un recorrido, entre el Hospital Virgen del Rocío y el Parque Atlántico, en donde mi respiración desapareció. Estaba contenida en un grito sin sonido, en un llanto sin lágrimas. María José me sostuvo, literalmente, en ese momento. El servicio y la constancia personificada. Ella, sin saberlo, llenó parte de ese agujero sin fondo. Fue el peor momento de mi vida, una sentencia sin esperanza.

 Después vinieron las visitas diarias, la alegría fingida, la careta obligada. Todos aprendimos a actuar en un sufrimiento interiorizado, enquistado. Pero eran vivencias en donde aprovechabas los segundos con ella, tanto yo como tantas y tantas personas que se acercaron al cáncer.

Tres años después sigo asfixiándome. Siguen resonando ese trío de frases. Esos dardos que hicieron que abandonara a tortazos la juventud y cayera de bruces en la realidad de una madurez indeseada. 

Aún así, el peor momento de mi vida queda eclipsado por las últimas palabras que me dirigió mi tía mientras brindábamos por el año nuevo:
-Ahora ve a la fiesta y disfruta.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Capítulo 153. Santa Lucía.

He vuelto a ponerle una vela. No sé por qué lo he hecho, pero he entrado en la misma iglesia y he vuelto a encenderla como cada mes. Muchos me llamarán hipócrita, pero a mis 70 años me da igual. Lo sé, no creo en Dios, pero cada día trece de cada mes desde hace veinte años entro en el mismo lugar a hacer lo mismo.
Y cada vez que lo hago lo recuerdo a él.

Era autoritario y nunca me dejó llamarle papá. Le hablaba de usted y me metía en problemas si no lo hacía. Militar de viejo cuño, de presidir la mesa y de dejar de comer cuando él acababa su plato. De horarios fijos y de una fe inquebrantable.

Luchó en la Guerra Civil en el bando nacional, aunque seis años antes celebrara la llegada de la II República y el fin de una monarquía que el veía como corrupta. Dios, Patria y Ejército. En la guerra perdió a su padre y a dos de sus siete hermanos. Muertes republicanas de las que nunca se hablaron más.

En la batalla del Ebro un error humano, su error, lo dejó ciego. Fue un 13 de diciembre, el día de santa Lucía. Desde ese día, cada mes se atormentaba pidiéndole a la abogada de los invidentes recuperar la vista. Algo imposible.

Pocos años después nací yo. Su lazarillo y sus ojos. Pero al contrario que él, cuya ceguera acrecentó su fe, mi visión aumentó mi ateísmo.

Nunca le perdonaré las misas obligadas durante mi infancia, mi esclavitud en la adolescencia y su dureza en la educación. Sin embargo, mi vida perdió en parte su sentido cuando se fue.

Por eso todos los trece de cada mes enciendo una vela a santa Lucía. 

No sé si lo hago para recordarle o quizás para que me de esa ceguera de fe que no tengo.