lunes, 31 de mayo de 2010

Capítulo 115. Senador.


Tomó la copa entre sus manos. Vino especiado como otras veces con un ligero olor a almendras.
Se había puesto su mejor toga, con ella se había dirigido hacia poco más de un mes a los honorables respresentantes de la República. En su mayoría puteros y ambiciosos. Nobles patricios que habían convertidos sus vidas en nidos vacíos donde habitaban auténticas víboras, dispuestas a inocular veneno a sus propias madres. La política es así. Solían repetirse unos a otros mientras disfrutaban de los baños públicos.

¿Dónde estaba el ser humano? Mientras sus pensamientos iban y venían en el futuro de la República, su mano fría acercaba la copa a sus labios. Un pequeño sorbo al principio y luego entero hasta acabar el líquido ambarino.

Se sentó en el diván recorriendo con su mirada las estancias de su última morada terrena. El sueño le embargó mientras su respiración se esfumó en su suspiro. Sus pupilas contraídas por el veneno se expandieron al llegar las tinieblas.

Vacío. Un cuerpo inerte. Sabiduría putrefacta entre hueso y carne. Su último pensamiento: La vida es maravillosa.

Albano. 27 a.C.

No hay comentarios:

Publicar un comentario