Me miré al espejo mientras cagaba.
Sonreí.
Comprobé mis dientes alineados, blanqueados, cuidados con sumo esmero, pero en un instante esa sonrisa se transformó.
Ya no ví mi rostro.
Ví una sonrisa eginética, sin labios, sin un gramo de carne ni músculo, solo hueso desnudo. Dos hoquedades en lugar de ojos.
Era una calavera.
Mi calavera que me sonreía.
Así seré.
Así serás.
Así seremos.
Por eso lo mejor a la hora de cagar es leer etiquetas de champú
ResponderEliminarComo me ves, te verás
ResponderEliminarComo te ves, yo me ví