lunes, 4 de mayo de 2009

Capítulo 47. Olga


_Ojalá duerman jóvenes teutonas con nosotros_
_Qué bien que no dormimos con gente extraña_
-Me daría tres juegos de sábanas y dos de toallas.
En ese instante, mientras tres amigos se preparaban para pasar la noche en una de esta pensiones dónde el inglés y el alemán son los idiomas oficiales, y Sevilla está en la Costa del Sol, entró Olga.
Algo ajada por la edad y con un espíritu positivo que siempre le ha servido para seguir adelante pese a las dificultades. Hace casi una década dejó su Cracovia natal para buscar una nueva vida en España. La recogida de la fresa en Lepe sería su puerta de entrada al nuevo mundo, que en esta ocasión se encontraba tras los Pirineos; y la mala vida sería su pórtico a la miseria. Pronto el desarraigo y los malos ojos con la que la miraban sus vecinos hicieron que se mudara en lento pero doloroso rosario. Sevilla, Jaén o Valencia habían visto pasar a la polaca. Hacía pocos días que llegó a Barcelona, en su Odisea particular hacia su tierra. La crisis había hecho que vendiera su cuerpo más de lo que debía y el deterioro físico se estaba haciendo ya palpable.
Cuando traspasó la puerta, un joven de apenas veintiocho años estaba en una de las camas de la pensión.
-This is mine. -Dijo Olga con una sonrisa y preguntándose de que nacionalidad sería el joven. Fue en ese pensamiento cuando la puerta corredera del aseo se abrió y apareció un chaval delgado, aunque con una barriguilla incipiente que anunciaba su futuro.
La tortura comenzó en ese instante, de nuevo las risas y miradas cómplices que atormentaban su miserable vida, pero no le importaba, la sonrisa sería su particular escudo donde tantos dardos envenenados habían sido ya evitados.
Ella se acurrucó en su cama y voló entre las agujas de la Catedral que la vio nacer. Y pensó, son jóvenes, mi presencia les servirá para alegrar sus frustradas vidas y tendrán de lo que hablar cuando lleguen a su país.
Incluso, por qué no, alguno de ellos se hará una foto en mi cama para recordarme cómo la que fui: su primera extraña.

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