domingo, 8 de febrero de 2009

Capítulo 12. La Alegría


-Tito, ¿esto qué es?
De repente la puerta atronó al son de los golpes.
-Esto es un rosario.
-Y, ¿para qué sirve?
Sobre las ruedas del sillón del ordenador me desplazo hacia la puerta para abrirsela al niño que viene con el taburete gris. Nada más abrir su sonrisa me contagia de alegría. Su primo mientras tanto se cuelga el rosario en el cuello, mientras que el tercero se sube a mi silla giratoria.
-Sirve para contar mientras se reza.
Todo ocurre en un minuto, pero en el trancurso del mismo he acabado escribiendo de pie esta historia de alegría contagiada por mis sobrinos, mientras uno lee lo que escribo en el taburete gris, otro me sonríe desde el pequeño cochecito y el otro se pelea con la silla giratoria.

Un minuto en donde la felicidad me ha contagiado.

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