miércoles, 4 de agosto de 2010
Capítulo 122. Animal.
Es un animal. Es un animal. Es un animal. Es un animal.
Una y otra vez, Nicolás repetía mentalmente la misma frase. Para él, era un mantra que le había servido en otras ocasiones, pero en esta, el pulso delataba su nerviosismo.
-No llores más, joder. Tú te lo has buscado. Eres un gilipollas y ahora recibes lo que mereces. Por qué has ido a la Secreta. Ahora te jodes. Jódete.
Ahora es el momento. Puto maricón de mierda.
Levantó el brazo sin pensar y le disparó en la cabeza. Los lloros desaparecieron. Después el silencio.
¿Ya está? ¿Esto es todo?
Se fue de la habitación sin quitarle el saco que cubría el rostro del cadáver.
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-Diga. Si... Mamá, ¿qué pasa? ¿Por qué lloras?...
¿Qué? ¿Qué le han pegado un tiro a Enrique? Ahora voy para allá.
Tras colgar guardó el alijo de cocaína y cerró la puerta de su piso. En las escaleras pensó en su hermano y cómo lo había matado.
Era un animal. Era un animal. Era un animal. Era un animal.
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