En el punto de partida no había nadie. Sólo
Mari y yo.
Mirábamos la hora cada dos minutos. La noche, el frío y la borrachera que teníamos nos hacían desear estar en
nuestrar respectivas casas.
De repente, apareció ella. Con pelo acrílico, cuero y tacón y antes de que hablara, el metro apareció por el túnel.
No sé como ni cuando nos empezó a contar historias muy extrañas de si se había perdido, que no sabía llegar a su casa, que sus padres la esperaban. La verdad es que yo no le eché mucho cuenta.
Mari sí, y allí estaban las dos parloteando.
-Pero, ¿dónde vives?
-En la Pirotecnia.
-Pues eso no está muy lejos de aquí, a dos paradas.
-La verdad es que hacía años que busco mi casa.
-¿Cómo?_
Evidentemente, nos había tocado la loca del metro. No podía creer que esa mujer estuviera años deambulando por el metro_Señora, usted está bien.
-Pues ahora que lo dices... NO. Tengo mucha hambre y vosotros dos...
No vi mi cara, pero la de
Mari era un poema...
-...Vosotros dos
oléis muy bien.
Y antes de que me diera cuenta la boca deformada llena de dientes afilados estaba dentro de mis intestinos. Devorándome como los
velociraptores para que me enterase de todo.
Menos mal que me desperté de un salto. Aún así, la mujer perdida del metro me dio la noche, mejor dicho me dio el sueño.