Esta noche mientras dormía tuve ganas de darme una vuelta por
Había oído hablar mucho de Mercurio, pero a mi me apetecía descansar en Venus. Ver su doble amanecer mientras aspiraba el Argón a sorbitos. Tenía un poco de frío. Los casi ochenta grados bajo cero de la noche me estaban congelando las pestañas y lo que no eran las pestañas…
Era impresionante ver el Sol salir, descender y volver a salir. Ufff, pero el Lorenzo apretaba mucho, Écija no era nada al lado de los casi sesenta grados a los que subió el termómetro. En ese momento corrí, corrí y corrí. Ahí estaba yo huyendo del calor corriendo hacia Neptuno.
En el camino me di un pequeño chapuzón en el Océano Índico para coger fuerza hacia el planeta azul. Volé, volé y volé pasando por Marte, Júpiter y Saturno. Observé a Ariel imaginándome a Sebastián cantando Bajo el mar.
Llegué al planeta del monarca marino y me di cuenta que en mi cama se estaba mejor.
Me despedí corriendo de Plutón, le di el pésame por el descenso a segunda y… me desperté.
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