-"Pronunciar la Palabra significa morir. Así es. Yo no sé la Palabra, y aunque lo intentara no sabría pronunciarla. Pero en el Templo hay una sala en donde la Palabra está grabada en la pared con letras escarlatas, y su sonoridad es tan elevada, que eternamente resuenan ecos por toda aquella sala. Si alguien se atreve a aventurarse hasta el símbolo esculpido en la pared y deja que sobre su propio cerebro se abata con fuerza, oirá, sabrá y chillará aquellas terribles sílabas, pero después morirá. Es una palabra en una lengua tan extraña a todo ser humano, que su sonido repetido en la garganta de un hombre vivo es tan agudo y estridente, que es capaz de extirpar las fibras del cuerpo humano. Desintegra los átomos, aniquila el cuerpo y la mente, y ello de modo tan radical, que jamás ha existido nadie en condiciones de soportarlo. Es ese terrible sonido el que constituye la llave que abre por un momento la puerta que separa tu mundo del mío. Pero el riesgo es tremendo, porque puede ser que abra la puerta hacia otros mundos y deje entrar cosas más terribles de lo que es posible imaginar. Algunos dicen que fue de este modo como la Cosa consiguió penetrar en nuestro mundo, hace ya milenios de años. Y si tú no te encuentras exactamente en el sitio requerido en el momento en que la puerta se abre, en el único rincón de la sala resguardado y protegido, del mismo modo que el epicentro de un ciclón está inmóvil y tranquilo, y si no sales instantáneamente de la onda sonora de la Palabra, ésta te aniquilará igual que habrá aniquilado al que la pronuncie por ti".
Catherine Moore, Sueño Rojo.
Gracias por compartir la aberración por los pepinos de mar.
Gracias por todas las cosas que aun nos quedan “detrás” de nosotros.
Piperlan
Impresionante este texto. Me tienes que dejar el libro.
ResponderEliminarGenial y gracias igualmente.