miércoles, 15 de julio de 2009
Capítulo 65. Atracción por el mal
Observé sus viejas manos. Los huesos parecían construir un castillo de naipes acabado en uñas largas y amarillas. Sus venas azules, oscuras, casi negras serpenteaban por toda la piel desapareciendo debajo de esa roída bata.
Hacía más de cinco años que entré a su servicio. El gran maestro de la delicuencia juvenil solían llamarle. Nada más lejos de la realidad. Sus actividades llegaban hasta las altas esferas del poder. Muy pocos sabían que el alcalde era uno de sus consumidores de opio más solícitos y toda ley que podía afectar a sus negocios tenía que ser pasada por el despacho de Alfa.
Muy despacio se acercó la copa de vodka a sus labios y bebió.
-¿Qué te trae por aquí?
-Maestro, solicito hablar a su excelencia.
-Me temo que no es nada bueno lo que me tienes que contar. Habla.
-Creo que después de cinco años a su servicio he demostrado suficientes cualidades para ascender un grado superior...
-¡¡¿¿QUÉ??!! ¡¡¿¿TÚ CREES EL QUÉ??!!_Parecía disfrutar con esa mueca que realizaba a modo de sonrisa y ese brillo especial que estaban tomando sus ojos burdeos_HACE POCO HAS ASCENDIDO A BETA. NO PUEDES ASCENDER. ES IMPOSIBLE.
-Excelencia, el protocolo establece que una vez fallecido Alfa, el integrante de la hermandad con inferior rango debe sustituir de manera inmediata al Maestro. Es eso lo que vos hicisteis con su maestro. Yo como rango inferior exijo esa responsabilidad. ¿Excelencia?....¿Excelencia?...No sé cómo no notó el olor a almendras del vodka excelencia. Usted mismo me contó que con su maestro utilizó el whisky porque neutralizaba mejor el olor al cianuro y que desde ese intante rehusó beber whisky. ¿EXCELENCIA? ¡¡¿¿ME OYE??!!
En ese instante recordé las primeras palabras que Alfa me dedicó cuando entre como Omega: "Un maestro nunca debe enseñar todo lo que sabe a su aprendiz".
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